George Ivanovich Gurdjieff. Destacado Maestro, dio a conocer la doctrina del Cuarto Camino, realizando una intensa labor de instrucción de las claves para el despertar de la conciencia. |
En el verano de 1922 llegó a Francia un desconocido,
George Ivanovitch Gurdjieff. Le acompañaba un pequeño grupo de
hombres y mujeres que lo habían conocido en Moscú y San Petersburgo,
lo habían seguido al Cáucaso durante la Revolución, habían
tratado con él de mantener su actividad amparados de la guerra en Constantinopla
y luego habían huído de Turquía ante la inminencia de una
nueva crisis, encontrándose ahora, después de un éxodo
a través de diversos países de Europa, en busca de una propiedad
en venta en los alrededores de París.
Compraron a la viuda de Maitre Labori, el abogado de Dreyfus, su amplia propiedad
del Prieuré de Avon cerca de Fontainebleau. Gurdjieff estableció
allí una sorprendente comunidad que suscitó inmediatamente gran
curiosidad.
En esos años de post guerra, cuando tantas ilusiones se habían
desvanecido, el Occidente tenía una profunda necesidad de certidumbres.
Los ingleses fueron los primeros en acudir al Prieuré, atraídos
por P.D.Ouspensky (escritor ruso nacido en 1877, fallecido en Londres en 1947).
Luego se sumaron a ellos unos americanos.
P.D.Ouspensky
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A.R.Orage
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J.G.Bennett
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Críticos, editores, médicos, la mayoría
tenía nombre conocido. Iban al Prieuré como se va hacia una experiencia
difícil, pero que -si Gurdjieff era quien se les había dicho-
les abriría la puerta del Conocimiento.
El Prieuré correspondió a su esperanza.
Veintisiete años después, cuando Gurdjieff murió en París,
su nombre era aún desconocido del gran público, su obra inédita,
el lugar que ocuparía en la historia del pensamiento imposible de definir.
Pero unas ideas habían sido transmitidas, y, por muy de lejos que viniesen
-en efecto, las ideas de Gurdjieff parecen ligadas a una muy elevada y antigua
tradición- habían hallado un terreno apropiado para germinar.
¿Quién era, pues, Gurdjieff?
George Ivanovitch Gurdjieff nació el 1° de enero de 1877 según
el antiguo calendario ruso (13 de enero según el actual) en la ciudad
de Alexandropol, situada en la provincia de Kars, hasta entonces otomana, recién
conquistada por el ejército del Zar.
En cuanto a sus padres, su infancia, la educación que recibió,
no podemos sino remitir al lector a los primeros capítulos de su libro
titulado "Encuentros con Hombres notables".
En el período que siguió, que quizás duró unos 20
años, Gurdjieff desapareció.
Sólo se sabe que emprendió viajes lejanos, particularmente al
Asia Central. Estos años fueron de suma trascendencia para la formación
de su pensamiento, él mismo dice: "No me encontraba solo. Había
entre nosotros, toda clase de especialistas. Cada uno estudiaba según
los métodos de su ciencia particular. Después de lo cual, al reunirnos,
nos participábamos los resultados obtenidos". ("Fragmentos
de una Enseñanza Desconocida" de P.D.Ouspensky).
Alude así al grupo de "los Buscadores de la Verdad". Hasta
hoy no sabíamos quiénes habían sido estos compañeros
de juventud de Gurdjieff. Encuentros con Hombres notables nos presenta a algunos
de ellos y da detalles sobre sus aventuras y sus viajes. Pero el lector deberá
recordar que este libro, si bien es una autobiografía, no es ciertamente
una autobiografía en el sentido ordinario de la palabra. No deberá
tomar todo literalmente (ni tampoco convertir todo a símbolos), ni intentar,
a fin de remontar al origen del conocimiento, una exploración sistemática
del curso del río Piandye, o de las montañas de Kafiristán.
Porque, aunque el relato tenga un sonido de innegable autenticidad, parece evidente
que Gurdjieff quiso enredar las pistas...
Volvemos a encontrar a Gurdjieff en Rusia, en 1913. Es en Moscú, en la
primavera de 1915, cuando se produce el encuentro de Ouspensky con Gurdjieff.
Ouspensky posee una formación científica. Ha publicado en 1909
un libro sobre la cuarta dimensión. En la esperanza de encontrar en Oriente
una respuesta a las preguntas a las cuales, según él, la ciencia
de Occidente no aportaba solución, emprendió un gran viaje a la
India y a Ceilán. Regresó de ese viaje convencido de que su búsqueda
no era vana y que efectivamente había algo en Oriente, pero "que
el secreto estaba guardado mucho más profundamente y mucho mejor de lo
que él había previsto".
Está preparando un nuevo viaje, esta vez al Asia Central Rusa y Persia,
cuando le hablan del sorprendente personaje recientemente aparecido en Moscú.
Su primera entrevista con Gurdjieff modificaría todos sus planes.
"Lo recuerdo muy bien. Habíamos llegado a un pequeño café,
situado fuera del centro, en una calle ruidosa. Vi a un hombre que ya no era
joven, de tipo oriental, con bigotes negros y ojos penetrantes; al principio
me sorprendió porque de ningún modo parecía en su lugar
en tal sitio y tal atmósfera; estaba aun saturado de mis impresiones
de Oriente, y este hombre con cara de rajá hindú o de jeque árabe,
que hubiera visto mejor bajo un albornoz blanco o un turbante dorado, producía
en ese pequeño café de tenderos y comisionistas, con su sobretodo
negro con cuello de terciopelo y su sombrero hongo negro, la impresión
inesperada, extraña y casi alarmante de un hombre mal disfrazado".
Ninguna de las preguntas que Ouspensky le hizo confundió a Gurdjieff.
Persuadido de que ese hombre podía ser el camino hacia el conocimiento
que él había buscado en vano en Oriente, Ouspensky se hizo discípulo
de Gurdjieff. Más tarde daría un relato preciso, de impresionante
honradez, de los siete años que pasó al lado de su maestro para
elucidar y desarrollar todo lo que éste le había dejado entrever
durante esa primera conversación en Moscú en 1915.
Pero Gurdjieff, en medio de la guerra, atrajo a tres buscadores. Citaremos al
compositor Thomas de Hartmann (nacido en Ucrania en 1885, fallecido en Nueva
York en 1956) ya bien conocido en Rusia. A su ciencia y a su trabajo, puestos
a disposición de Gurdjieff, le debemos el haber podido reunir la obra
musical de éste.
Thomas de Hartmann y su esposa Olga
La Revolución sorprendió a Gurdjieff, rodeado
de discípulos, en Essentuki, al norte del Cáucaso, donde acababa
de sentar las bases de un primer Instituto para el Desarrollo Armonioso del
Hombre. Cuando se desencadenó la guerra civil realizó con algunos
de sus alumnos una arriesgada expedición a través de los desfiladeros
del Cáucaso. Llegado por esa inesperada vía a Tiflis, momentáneamente
en Paz, abrió allí un nuevo Instituto. Luego, sumergido el sur
del Cáucaso en la revolución, se refugió con sus alumnos
en Constantinopla, donde pudieron reabrir el Instituto.
Este itinerario se alarga, siempre más hacia el oeste, hasta Fontainebleau,
donde por fin Gurdjieff halló las condiciones requeridas para fundar
el Instituto sobre bases estables.
Entre los ingleses que se le unieron, se destaca la figura de Orage. Había
vendido, para venir al Prieuré, su revista The New Age, en la que, según
Bernard Shaw, había demostrado durante catorce años ser "el
más brillante ensayista de ese tiempo". Nada le era ajeno, ni en
el dominio literario ni en el dominio económico. Para muchos jóvenes
escritores Orage había sido más que un consejero: una especie
de hermano mayor.
También Margaret Anderson formó parte de ese grupo, dos años
después. Ella había fundado en 1914 en Nueva York, una revista
de vanguardia, The Little Review, con la cual había hecho conocer en
América a Apollinaire, Cocteau, Gide, Satie, Schoenberg, Picasso, Modigliani,
Braque... Hasta había corrido el riesgo de ir a la cárcel por
haber osado publicar el Ulises de James Joyce. Llegada al punto en que ya no
podía satisfacerse únicamente con los refinamientos del espíritu,
decidió también unirse a Gurdjieff.
Alexandre de Salzmann y su esposa Jeanne
Muy escasos fueron, en esos primeros años, los franceses
que se acercaron a Gurdjieff. Un hombre inolvidable Alejandro de Salzmann, se
había unido a él en Tiflis. Era pintor y decorador de teatro.
Su mujer era francesa. Fue ella quien en lo sucesivo haría conocer el
pensamiento de Gurdjieff en Francia y le traería los grupos a los cuales
él transmitió su enseñanza, en París, después
de cerrar el Prieuré.
A su llegada al Prieuré, Katherine Mansfield describe:
"...un viejo castillo muy bello, circundado por un parque admirable...
se atiende a los animales, se trabaja en el jardín, se hace música...
debe uno despertar a las cosas, en vez de discurrir sobre ellas". Y más
tarde: "... en tres semanas, siento que pasé años en la India,
en Arabia, en Afganistán, en Persia... por cierto que no debe haber otro
lugar en el mundo en el cual se pudiera aprender lo que se aprende aquí".
Danzas sagradas en el Prieuré
La estada de Katherine Mansfield en el Prieuré hizo
gastar mucha tinta.
"De la calumnia, escribe Pierre Schaeffer en "Le Monde", siempre
queda algo. En lo que se refiere a Katherine Mansfield, por ejemplo, a fuerza
de repetirlo en caracteres de imprenta, terminarán por asociar la hospitalidad
de Gurdjieff con el triste fin de la joven tísica".
Cuando Katherine Mansfield, ya muy enferma, pidió ser admitida en el
Prieuré, Gurdjieff, conociendo la gravedad de su estado al principio
se negó. Orage y los otros insistieron para que le fuera dada esta última
alegría. Katherine Mansfield murió algunos meses más tarde
en el Prieuré y Gurdjieff recibió en recompensa, tal como lo dice
Ouspensky, "su salario completo de mentiras y calumnias".
René Daumal y Luc Dietrich son, entre los escritores
franceses, aquellos a quienes la enseñanza de Gurdjieff nutrió
más directamente. André Rousseau, tras haber reconocido que el
valor de una influencia espiritual se mide por la calidad de las obras que ella
inspira, escribe en el "Figaro Littéraraire": "Si por
ejemplo se nos probara que René Daumal debe realmente a Gurdjieff mucho
de lo que estimamos y admiramos en él, nuestra admiración por
Gurdjieff recibiría un gran refuerzo...". De hecho, Daumal siguió
durante diez años, la enseñanza de Gurdjieff, y "Le Mont
Analogue" dedicado a Alexandre de Salzmann, a través de quien Daumal
había conocido a Gurdjieff, es una transposición poética
muy transparente de la experiencia interior que Daumal y sus compañeros
perseguían.
Tomas de posición apasionada se produjeron pro o contra Gurdjieff algunos
años después de su muerte, cuando su nombre, al llegar al público,
fue empleado abusivamente por gente que no lo había conocido. Así
nacieron unos absurdos, a los cuales, claro está, nadie aportó
jamás ni un atisbo de prueba.
Gurdjieff no cerraba su puerta a nadie.
Interesaría saber cuáles fueron las impresiones profundas del
arzobispo de Canterbury cuando pasó un fin de semana en el Prieuré,
o las de Louis Jouvet cuando lo visitó en París.
Entre estos visitantes del domingo, vino también Denis Saurat, típico
universitario, entonces Director del Instituto Francés en el Reino Unido,
que reencontraba allí a su amigo A.R.Orage. Denis Saurat, al venir al
Prieuré, temía ante todo ser engañado, y le costó
diez años o más "digerir" las múltiples impresiones
que recibió ese día. Muchos años después, en una
carta a Louis Pauwels, resumió así la impresión que había
sacado de su entrevista con Gurdjieff: "No soy de ninguna manera discípulo
de Gurdjieff. El breve contacto que tuve con él me dejó la impresión
de una poderosa personalidad humana, reforzada o dominada por una elevadísima
espiritualidad moral y metafísica a la vez. Quiero decir que me pareció
que sólo las más altas intenciones morales regían su conducta
y que, por otra parte, sabía sobre el mundo espiritual cosas que pocos
hombres conocen, y que era verdaderamente un maestro en el dominio de la inteligencia
y del espíritu".
La única manifestación pública de Gurdjieff
y de sus alumnos durante ese período fue una demostración de danzas
sagradas y de "movimientos" que presentaron el Théatre des
Champs Elysées en octubre de 1923. Esos ejercicios fueron presentados
a la vez como una restitución de danzas de derviches y de ceremonias
sagradas (de las cuales el autor había sido testigo en el curso de sus
viajes por el Asia Central) y como un método de educación.
Los parisienses no estaban muy preparados para ver en unas danzas, aunque fuesen
sagradas, otra cosa que un simple espectáculo. Si la danza era un lenguaje,
hubieran querido que les dieran la clave.
Pero Gurdjieff, ignorando esas objeciones, iba a hacer afrontar a sus alumnos
una prueba aún más difícil. Acompañado por cuarenta
de ellos iba a llevar sus ideas a Nueva York, y a dar allí representaciones
de sus "movimientos". Se embarcaron el 4 de enero de 1924.
Se encuentra en la prensa de esa época el reportaje de dos series de
representaciones que dio, una en el Neighbourhood Playhouse y la otra en el
Carnegie Hall.
Algunas semanas después de su regreso a Francia, Gurdjieff
resultó gravemente herido en un accidente de automóvil y no recobró
sus fuerzas sino lentamente. Viendo que sólo le quedaba poco tiempo para
cumplir con la tarea que se había impuesto, cerró parcialmente
el Instituto y se hizo escritor a fin de "transmitir sus ideas en una forma
accesible a todos".
Desde entonces, y durante varios años, escribir fue para él una
obligación esencial. Sin embargo, jamás dejó de componer
música, improvisando casi cada día, en una especie de armonio
portátil, himnos, plegarias o melodías de inspiración kurda,
armenia o afgana, que Thomas de Hartmann anotaba y transcribía. Esta
música, sencilla y profunda, no es la parte menos sorprendente de su
obra.
Se sometió al oficio de escritor con esa especie de
habilidad artesanal que le había permitido en su juventud aprender tantos
otros oficios.
El mismo cuenta en el primer capítulo de los "Relatos de Belcebú
a su Nieto", cuáles fueron las dificultades que halló desde
el principio. Después de haber dudado, escogió escribir en ruso.
Sus idiomas natales eran, además del griego, el armenio y el turco. Pensaba
en persa. Bromeaba en ruso. Contaba chistes en inglés "con una simplicidad
oriental que desconcertaba por su aparente ingenuidad". No ocultaba su
desdén por las convenciones gramaticales, englobadas por él en
el vasto dominio de lo que llamaba, con acento cargado de ironía, "el
buen tono". Por lo contrario, sentía profundo interés por
los giros de la sabiduría popular, y manejaba con gran destreza proverbios
que atribuía al legendario Mulaj-Nassr-Eddin, hasta cuando eran de su
propia cosecha.
Quienes se le acercaron durante ese período, a menudo lo vieron escribir
hasta horas avanzadas de la noche, en el Prieuré, de viaje, sobre las
mesas de los cafés de ciudades de provincia y, naturalmente, en el Café
de la Paix, que era, según él decía, "su oficina".
Añadía que cuando necesitaba una gran concentración, el
ir y venir a su alrededor de seres humanos de todo tipo estimulaba su trabajo.
Apenas terminaba un capítulo lo hacía traducir rápidamente
para leérselo a las personas que lo rodeaban, cuyas reacciones vigilaba.
Instruido por esa experiencia, lo modificaba. Y repetía la prueba tantas
veces como fuera necesario.
Escribió durante una decena de años. Bajo el título de
DE TODO Y DE TODAS LAS COSAS (All and Everything), no fue tan sólo un
libro lo que compuso, sino tres gruesos volúmenes, cuya aparente diversidad
responde a su intención de transmitir sus ideas en tres etapas y bajo
tres formas diferentes.
El primero, titulado RELATOS DE BELCEBÚ A SU NIETO o CRITICA OBJETIVAMENTE
IMPARCIAL DE LA VIDA DE LOS HOMBRES, tiene como meta, escribe él, "extirpar
las creencias y opiniones arraigadas en el psiquismo de los hombres acerca de
todo cuanto existe en el mundo".
El reserva para los lectores que hayan aceptado esa duda sobre sí mismos,
la segunda obra: ENCUENTROS CON HOMBRES NOTABLES, con la que quiere "hacer
conocer el material necesario para una reedificación, y probar la calidad
y la solidez del mismo".
El tercero, titulado LA VIDA NO ES REAL SINO CUANDO "YO SOY", tiene
por objeto "favorecer en el pensar y el sentimiento del lector la eclosión
de una representación justa, no fantasiosa, del mundo real". Fue
escrito para el reducido número de los que realmente se habían
comprometido en su enseñanza.
Estaba en prensa en Estados Unidos el primero de los tres cuando murió
Gurdjieff. Apareció sucesivamente en Nueva York (All and Everything,
Harcourt Brace), Londres (All and Everything, Routledge&Kegan Paul), Viena
(All und Alles, Verlag der Palme) y por fin en París en 1956 (Récits
de Belzébuth á son Petit-fils, Editions Janus distibué
par Denoël).
El segundo, que se entregó al público once años después
de la muerte del autor, tiene el mérito de aportar por primera vez ciertas
precisiones sobre la parte hasta ahora más misteriosa de la vida de Gurdjieff.
Cuando terminó de escribir, Gurdjieff, tras haber cerrado definitivamente
el Prieuré, vino a residir en París. Emprendió de nuevo,
con un círculo de discípulos, franceses esta vez, la enseñanza
directa, capaz de apelar a los medios de expresión más diversos,
cuyo secreto él poseía.
Fue con frecuencia a los Estados Unidos durante ese período, exceptuando
los años de la guerra, toda la cual pasó en París.
Murió en parís el 29 de octubre de 1949.
La primera voz que se elevó algunos días después de su
muerte vino de América. Era la del arquitecto Frank Lloyd Wright, que
declaraba:
"Kipling dijo una vez que esos gemelos -se refería a Oriente y Occidente-
nunca podrían entenderse. Pero en la vida de Gurdjieff, en su obra, y
en su palabra, hay una filosofía, salida de las profundidades de la sabiduría
del Asia, hay algo que el hombre de Occidente puede comprender. Y en la obra
de este hombre y en su pensamiento -en lo que hizo y en la manera como lo hizo-
el Occidente encuentra verdaderamente el Oriente.
Olgivanna Lloyd-Wright